Relato erótico
¡Adios a mi virginidad!
Tenía 19 años y aún era virgen y desde luego, no fue su novio el que la desvirgó. Según nos cuenta, fue una experiencia inolvidable, en todos los sentidos.
Luisa – LOGROÑO
Amigos de CLIMA, esta historia ocurrió cuando tenía 19 años y fue cuando perdí la virginidad. Me llamo Luisa y vivía en ese entonces sola con mi padre porque mis progenitores estaban divorciados y vivía un tiempo con uno y otro con mi madre. Vivir con mi padre me gustaba porque era su consentida y podía hacer lo que quería sin tantas prohibiciones porque por esto teníamos mucha confianza y nunca, a pesar de salir y llegar tarde, ni me había pasado ni había hecho nada con los novios que tuve y por eso a mis 19 años todavía era virgen.
Pienso que soy atractiva, con un buen cuerpo y aunque no soy exuberante de formas, me gusta a mí y siempre me dicen que tengo muy bonito cuerpo. Mido 1,67 y peso 55 kg, cabello negro y mis ojos son verdes como los de mi madre. Mis medidas son 89-60-95 y por ellas os daréis cuanta cual era la parte que más les gustaba mirar y a mí me gustaba que me miraran.
Mi padre tenía un amigo que se llamaba Jeremías, con 50 años, tres más que mi padre y que desde que recuerdo ha sido su mejor amigo. Yo llevaba años conociéndolo aunque solo con un saludo y los últimos años porque notaba que me miraba diferente y sabía que yo le gustaba.
Mi padre venía a veces después de salir a divertirse pero nunca dejaba que sus amigos entraran a la casa si me encontraba en ella, solo dejaba pasar a Jeremías. Y así llegó un sábado en el que salí con mi novio y regresamos como a la una de la madrugada, pero esa noche aunque estuve muy dulce con él, no me animé a continuar y preferí regresar a casa sin que nada pasara. Ya en casa, no habían pasado ni 10 minutos cuando llegaron mi padre y su amigo. Mi padre venía bebido como nunca lo había visto, no podía estarse de pie, así que primero lo sentamos en el sofá, pero luego Jeremías dijo que lo lleváramos a su habitación para que se durmiera.
Cuando volvimos a la sala, él se despidió de mí, pero como también estaba algo bebido, le dije que si quería quedarse un rato mientras se reponía un poco y le ofrecí algo de comer, pero él prefirió una cerveza, que le serví. Estuvimos hablando del por qué llegaban así y él tampoco se explicaba por qué se habían puesto tan borrachos.
De repente me di cuenta que me miraba fijamente a los pechos y como crecía un bulto en su pantalón hasta que noté perfectamente cómo se marcaba su polla bajo la tela y me impresionaron las dimensiones que se notaban. El se dio cuenta de que lo miraba y trató de taparse y como ya había terminado su cerveza, se despidió de mí dándome un beso en la mejilla, pero antes cogió la cadena que siempre uso en el cuello y me dijo que le gustaba pero al cogerla rozó mis tetas y no quitó sus manos de allí. Eso me sacó de onda un poco y me incomodó pero no sé por qué le dije que si se quería quedarse por mí no había problemas y si no hubiera dicho eso, tal vez nada de lo que después pasaría no hubiera ocurrido.
Se quedó y empezó a mírame más fijamente y a decir que a mi edad ya era una mujercita que sin dificultan provocaba a cualquier hombre por mi cuerpo, de que como envidiaba a mi novio que merecía tener un hombre y no un chavalín como él era. Así siguió y ya quería que se fuera porque me ponía nerviosa hasta que me preguntó si era virgen, a lo que me quedé muda por unos minutos y no sé por qué le conteste en vez de echarlo de casa y le dije que sí, que nunca lo había hecho. Su mirada cambió, como de alegría no sé y me dijo que al él le gustaban mucho las jovencitas y que desde hacía tiempo tenía ganas de hacerlo y desvirgar a una y me preguntó qué pensaba de eso pero no le respondí, me quedé en silencio y fue cuando me cogió las tetas y empezó a besarlas y aunque quería apartarlo, algo dentro de mi me lo impedía.
Con sus manos agarraba con fuerza mi culo y con su boca me mordía los pechos por encima de la blusa hasta que se detuvo y me dijo que me la quitara toda. Por un momento no supe qué hacer, pero acabé quitándome la blusa y el sujetador y él me quitó el pantalón y las bragas dejándome desnuda por completo. Se me quedó mirando y dijo que estaba más buena de lo que se imaginaba, que era su gatita y me empezó a besar de nuevo metiendo sus dedos en mi coño.
Todo aquello me estaba gustando, y él se daba cuenta. Siguió besándome, y poco a poco, fue bajando hasta llega a mi chocho. En cuanto noté su lengua en mi raja empecé a mojarme, y él, al notarlo, él me dijo que ya estaba lista pero paró y se lo quitó todo. Mis ojos se pusieron como platos cuando vi su polla, morena, enorme y además de lo larga era muy gorda, muy ancha. Era la más grande que había visto.
Me asustó un poco, pero también me puso cachonda y más cuando separó mis piernas y la colocó en mi coño diciendo, con una sonrisa en los labios:
– Vamos a comprobar si dijiste la verdad y eres virgen.
Lo intentó pero no pudo meterla. Así que cogió mis piernas, las colocó encima de sus hombros e intentó de nuevo hasta que lo logró, Fue muy doloroso pero no grite para no despertar a mi padre, hasta que no puede resistirlo y solté un gemido cuando me penetró del todo y dijo:
– Decías la verdad y eres virgen.
Cada vez la metía más y cada vez sentía que me partía por dentro hasta que llegó el momento en que estaba tan mojada que ya no sentía el dolor y fui cambiando la sensación por algo que me estaba gustando. Sentía cómo me movía toda con cada una de sus embestidas hasta que se corrió dentro de mí. Fue algo que nunca me imaginaba que así fuera, sentir cómo descargaba su leche dentro de mí y ese calor que sentía fue maravilloso.
Estaba cansada y él también y quedamos recostados en el sofá pero no pasó mucho tiempo y cuando traté de levantarme, no me dejó y me dijo:
– ¿A dónde vas, si no terminamos todavía? Nos falta algo – se levantó, me puso contra uno de los brazos del sofá y añadió – Date la vuelta que ese culito es lo que más deseo.
No supe qué hacer hasta me dio la vuelta y así quedé casi de cuatro patas en el sofá. El estaba detrás de mí, con sus manos separó mis nalgas y empezó a meter unos dedos en el ano, Yo sabía que eso sería aún más doloroso por el tamaño que tenía su polla, pero en un instante sólo sentí cómo lo colocaba en la entrada de mi culito y empezaba a metérmelo, pero al igual que la otra vez no pudo sino hasta varios intentos hasta que lo logró. Fueron inmensos los dolores al principio hasta que fue cediendo poco a poco y me fui acostumbrando a sus embestidas, no sin antes lanzar unos gritos y gemidos que lo único que hacían era que él me follara más fuerte. Me estaba gustando y me corrí. Sorprendentemente él, aún siendo un hombre mayor, volvió a correrse.
Nos relajamos y al cabo de un ratito me dijo que se sentía avergonzado. Dijo que había bebido mucho y que no sabía muy bien lo que hacía.
Yo lo mire sonriendo, y le dije que no disimulara, pero sobre todo, que no se preocupara, ya que había disfrutado muchísimo, y que mejor para ser mi primera vez que me hubiera “estrenado” él que era un hombre con experiencia.
Por supuesto quedó claro que no le contaría nada a mi padre, podían perder las amistades con un tema como este.
Aquella relación con Jeremías no acabó con aquel encuentro. Para mí fue un “maestro” del sexo y reconozco que nadie me satisfizo como él durante varios años.
Actualmente estoy casada, mi marido es bastante mayor que yo y siempre he pensado que quizá aquella relación me condicionó a la hora de casarme.
Os mando muchos besos a todos.