Relato erótico
A mi me dice que no, pero…
A su mujer hay “practicas” sexuales que no le gustan. Lleva años pidiéndole que le deje echarle el “néctar” en la cara pero no lo ha conseguido.
Javier – MÁLAGA
Amigos de CLIMA, me llamo Javier, somos de Málaga y lo que cuanto a continuación me pasó realmente y me ha parecido bueno compartirlo.
Llevo diez años de casado con mi mujer, ella tiene 35 años, mide 1,70, es atractiva, cabello café, ojos miel, sus medidas creo que son 99-64-96 no es muy hermosa pero es, como digo, atractiva, atrae miradas y no hemos experimentado cosas interesantes en el sexo, pues una de mis fantasías es eyacular en la cara, otra es verla como la penetra un extraño y muchas más.
Cada vez que le pedía algo así, ella se negaba y terminábamos siempre con la relación tradicional, o sea la aburrida. Yo la intentaba convencer de que si me corriera en su cara lo disfrutaría mucho, pero jamás accedió a eso y cada vez que me hace sexo oral está vigilando que no salga el semen. También me gustaría hacerle el sexo anal, pero eso ya es mucho pedir, pues se enfada al decírselo. En realidad no nos va mal como pareja, hasta que un día llamó mi amigo de la infancia, que también es amigo de Ángela, mi mujer, nos dijo que necesitaba buscar donde quedarse unos días pues su apartamento lo iban a remodelar, que si yo le alquilaba una habitación, para quedarse unos días. Accedimos los dos sin problemas ya que la relación entre nosotros como amigos fue muy buena.
Mi sorpresa vino cuando noté que después de tres días, ella por la noche no se dormía, era como que esperaba a que yo me durmiera, por lo tanto eso hice para que ella se lo creyera y ver que hacía. Ella se asomaba sobre mi para ver si dormía, y hacía como si fuera a la cocina por agua, salía de la habitación y se dirigía a la habitación donde dormía Martín, nuestro amigo.
Nuestra habitación está en el segundo piso, la de él en el primero. Una vez ella se levantó yo intenté no hacer ruido para poder ver qué pasaba. Eran las 11,30 de la noche. Me asomé despacio y no podía creer lo que estaba viendo. Mi mujer, la sana, la que no quería sexo anal, estaba de cuatro patas mirando hacia el frente en dirección a la puerta. Me quedé inmóvil y me puse a observarla.
Martín le tiraba el pelo hacia atrás mientras la manoseaba por todos los lados. Casi al instante me volví a mi habitación con mucha histeria, pero también con el miembro tieso al ver esto. Al rato hice ruido, como de despertarme, y enseguida ella llegó con un vaso de agua como si nada. Al otro día, al despertar y antes de irme a trabajar, le dije a Ángela que llegaría tarde, pues tenía una reunión de Gerencia, que llegaría después de las 12 de la noche, que acostara a las niñas temprano que yo me demoraría. Esa noche di vueltas mirando escaparates para calcular las nueve de la noche, y llegar a casa. Lo hice sin hacer el menor ruido, muy despacio, apagué el móvil por si acaso, me dirigí despacio a la habitación de nuestro amigo y allí la vi. Tenían la puerta cerrada pero yo me asomé por el ventanuco de la cocina y que da a esta habitación.
Él la tenía agarrada del cabello como tirando de ella, que trataba de no emitir ningún jadeo, pero le resultaba muy difícil, siempre se le escapaba algo muy suave de su voz y tenía los ojos entreabiertos, demostrando lo mucho que disfrutaba, sus labios separados, y de vez en cuando, suavemente, se mordía el labio inferior en momentos de pleno éxtasis. Martín estaba sobre sus rodillas y totalmente derecho mientras la penetraba, formando un ángulo de 90 grados, hasta que a los pocos minutos, este decidió cambiar la posición y se apoyó por completo sobre mi mujer, con su pene totalmente introducido en su vagina por la posición que había adoptado, y su pecho estaba apoyado por completo sobre la espalda de mi mujer. Luego le pasó su mano por el cuello y comenzó embestirla muy suavemente mientras le acariciaba la cara y un pecho, metiéndole los dedos en la boca. Ella estaba totalmente excitada sin poder controlarse para nada.
Él comenzó a aumentar el ritmo de las penetraciones, pasándole sus dos brazos por debajo de las axilas y abrazándola al revés. A mí empezó a ponérseme dura la polla. Luego a él se le notó completamente excitado y comenzó a golpearle los muslos con sus piernas mientras su verga se introducía rápidamente y sus testículos golpeaban en las hermosas nalgas de mi mujer.
De pronto él salió de dentro de ella de golpe y le dio la vuelta para sentarla sobre él, ella no puso resistencia y en muy pocos segundos ella cabalgaba sobre su polla, la cual ahora quedaba por completo a mi vista y podía ver como los labios de su chocho se dilataban para dejar entrar ese tremendo elemento. Ella continuaba cada vez más saltando sobre su polla
gimiendo muy silenciosamente, él estaba a punto de dejarle toda su leche en el coño por la expresión de su rostro, pero en su momento culminante vi algo que me dejó perplejo y excitado a la vez. La empujó para sacársela de encima y en el mismo empujón ella cayó boca arriba sobre el colchón, él se le acercó arrodillado y comenzó a eyacular en su cara. Ella tuvo que cerrar los ojos porque la leche se le escurría por toda la cara. Él seguía vaciando sus huevos y su semen continuaba cayendo sobre de mi mujer. Eso me excitó tanto que casi yo también acabo corriéndome como un cerdo.
Pero mi asombro fue que lo que ella tanto me negaba ahora no parecía disgustarle, si bien es cierto que ella no hacía nada más que recibir el semen en su cara, pero tampoco daba vuelta la cabeza o trataba de evadirse. Cuando ella notó que su cara estaba completamente llena de semen y que a él se le desprendían unas gotas más, trató de salir de esa posición sumisa, pero él en un rápido movimiento, le sostuvo la cabeza y le penetró la boca con su polla toda bañada en leche.
Ahí ella sí que quiso rechazar esa actitud pero no pudo, él le estaba follando la boca y ella no podía hacer absolutamente nada, hasta que le volvió a crecer el rabo y entonces él comenzó a lavarlo en su boca y con su saliva.
Martín, se quedó inmóvil un rato, sin forzarla más, ella se lo quedó mirando e intentó sacarse la polla de su boca, él no opuso resistencia y ella se echó para atrás. En este momento, yo me corrí dentro de mi pantalón viendo esto. Cuando él se la sacó volvió a llenar de nuevo la cara de mi mujer en semen. Mi mujer lo miró muy seria, como diciéndole que no lo volviera hacer, pero por lo visto eso no le gustó para nada a él, que se fue hacia ella, y le dijo:
– No hagas tantos remilgos, sé que eso te gusta, yo no soy tu estúpido maridito que se deja gobernar por ti – y como ella le pedía que no la tratara así, él añadió – Tú quisiste hacerlo conmigo, acuérdate que antes de casarte como te gustaba. Y no me provoques que te la meto por el culo.
Esto me puso a pensar esos dos ya follaban antes de que nos casáramos. Ella, entonces, le hizo un gesto provocativo, como diciéndole atrévete, hazlo. Además ella le hizo un ademán de desprecio y eso lo terminó de decidir, la puso boca abajo en el colchón. Ella comenzó a decirle que no lo hiciera, pero él no se detuvo, todo lo contrario, comenzó a amenazarla pasando su polla, que comenzaba a erguirse de nuevo, por todo su hermoso culo. Ella trataba de salirse del colchón pero el la sujetaba y en voz baja le dijo:
– Déjame y verás lo bueno que es, pero hay dos opciones, o te aguantas y te penetro o se entera tu marido por tus gritos, pero que yo te penetro eso no lo evita nadie.
Comenzó, besar su culo, se lo llenaba de saliva, metía sus dedos en el ano y pasaba suavemente a rozar la cabeza de su pene por ese agujero el cual no se dilataba, y ella apretaba los dientes con pavor. De pronto ella emitió un pequeño grito de dolor y era que él la había desvirgado su precioso culo. Empezó a moverse lentamente dentro de su culo viendo de perfil la cara de ella, que intentaba que eso pasara rápido pero no, esa polla entraba y salía lentamente por su culo ya dilatado. Noté que ella gemía de dolor y él le empezó a preguntar que opinaba ahora y ella con pequeños llantos le pidió que lo hiciera suavemente o la dejase, pero él la intimidó diciéndole que si se la sacaba, me lo contaría a mí, así que ella dijo:
– Adelante, sigue pero suave.
Ella se mordía el labio, no podía más, él se la metía toda porque su pelvis chocaba contra las nalgas de mi mujer.
Ella lo quería empujar hacia atrás pero él le apartaba las manos. En una de esas, él la terminó de penetrar metiéndole lo que quedaba fuera de su pene, su culo se dilató por completo y a ella se le llenaron los ojos de lágrimas, en ese momento yo estuve a punto de saltar y defenderla, pero me excitaba tanto verla en esa situación que no hice nada. El continuaba abriendo su culo con su pene y ella lloraba mientras sus huevos golpeaban con firmeza en las nalgas. Ella tenía todos los ojos llorosos y no había posición para evitar eso.
El, sin sacársela, se sentó en el colchón levantándola a ella y haciéndola cabalgar sobre su pene, en ese momento fue cuando no aguantó más y grito de dolor, su culo había sido violado. Yo no atiné a moverme ya que cada minuto me excitaba más, él se quedó en silencio y quieto unos segundos, pues al parecer también le dolía su pene, pero al ver que no notaba nada raro, continuó haciéndola cabalgar, sentada sobre su polla frente a él, que mostraba una cara de felicidad.
Después de unos minutos así, él siguió sentado pero la dio la vuelta sobre su miembro, sin sacárselo, quedando ella de espaldas a él, pero todavía penetrada. Le dijo que se moviera y ella, dolorida, lo hizo. Yo la veía de frente, veía sus gestos, sus ojos llorosos, sus labios quebrados, sus tetas rebotando. Nunca estuve seguro si era dolor o placer, creo que ambos. En un momento dado ella abrió un poco las piernas dejándome ver su coño y como estaba obligada a seguir metiéndose esa verga en su culo, trataba de hacerlo lentamente.
De pronto observé que fruncía el ceño y lentamente comenzaba a correrse sobre él. Estaba claro que él, con su verga, la había hecho gozar. Ella tenía que controlar también el dolor, pero no podía, sus ojos se cerraron y se corrió por completo dejándose entrever como de su vagina le saltaba el líquido de su orgasmo El final se acercaba ya que a él se le veía bastante satisfecho, así que le dijo que ya podía salirse y ella, sin perder tiempo, así lo hizo, él se empezó a masturbar delante de ella y ella supuso lo que le esperaba, más leche en su cara, aunque ella se negó y él no hizo nada, seguía masturbándose, así que ella pensó que había quedado libre, pero cuando se dio vuelta lentamente para levantarse e irse, él la tocó muy suavemente en el hombro y ella cerró los ojos, como si supiera lo que le esperaba.
Ella se dio vueltas y sin pensarlo, agarró su verga, comenzando a masturbarlo para terminar pronto con todo, pero él se negó y siguió haciéndose la paja. La boca de mi mujer estaba a unos pocos centímetros de la verga y tenía toda la cara sucia de semen, ya que ninguno se había ido a lavar.
Comenzó a apurarse en su masturbación hasta que ella acercó su boca, cerró los ojos y esperó ese líquido caliente el cual fue a dar nuevamente en toda su cara. Ella gemía mientras él la ensuciaba más y más de leche, luego la agarró suavemente por detrás de la cabeza y sin hacer fuerza, la atrajo hacia su polla para que se diera cuenta de lo que tenía que hacer, y ella lo hizo. Se llevó toda la leche que pudo a la boca, tratando de evitarle la mirada. Cuando terminó, ella se alegró pero él dio su último golpe.
– Quiero que te la tragues – le dijo.
Ella hizo un esfuerzo sobrehumano y tragó toda esa leche, provocándole nauseas, pero se lo tragó. Luego ella se levantó y se dirigió a la puerta, como para ir al baño, y yo me metí rápido detrás de la lavadora. Ella se metió a la ducha y yo volví a mirar hacia la habitación y Martín se estaba pajeando con las bragas de Ángela.
Esto sucedió hace muy poco y sé que todo el tiempo que Martín estuvo en casa ella siguió entregándose a él. Pero no me apena contarlo, ya que esto me excita.
Saludos.